Los niños en su maduración van pasando por diferentes etapas del desarrollo evolutivo. Las rabietas, en este caso, aparecen en una de esas etapas. Se caracteriza por ser un periodo en el que los pequeños son muy impulsivos. Los padres tendemos a ponernos muy nerviosos cuando los niños se ponen a llorar y gritar sin consuelo.
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Dentro del ámbito de las emociones, es curioso como todos los expertos solemos coincidir en algo que no podemos dejar de lado. No se trata del hecho de conocer, reconocer y gestionar nuestras propias emociones; ni siquiera de conocer, reconocer y enseñar a valorar las emociones de los demás. No, no tiene que ver con eso, está relacionado con hablar de lo que sentimos.
¿Cuántas veces vemos niños que se enfadan si no se juega a lo que quieren? ¿Y niños que tienen verdaderas rabietas al perder un juego? Seguramente sean muchas las veces que presenciemos estas situaciones... ¿Será que tiene un ejemplo en casa de esto? Solemos decir que son niños con & 39;mal perder& 39;, niños que no toleran bien la frustración, muy competitivos, y que se enfadan cuando las cosas no salen como ellos quieren, en este caso ganar en un juego.
La educación y el ejemplo que reciben en casa los niños es fundamental. Los pequeños son auténticas esponjas absorbentes de aprendizaje y de conocimiento. Tal cual, reproducen como un gramófono lo oído, escuchado, vivido y dicho en casa. Se fijan en todo, sin filtros, incluso en los gestos más sencillos que a nosotros se nos pasan desapercibidos.
Las burbujas tienen algo que fascina, tanto a niños como adultos. Nadie se puede resistir a tocar una burbuja juguetona que se pasea por delante de tu cara. Sin embargo, la técnica que te proponemos busca precisamente eso: aguantar esas irrefrenables ganas que todos sentimos cuando vemos una pompa. El juego de las burbujas es una herramienta muy interesante y divertida para trabajar el autocontrol con los niños, tanto en casa como en el aula.
Es lamentable llegar a una situación en la que nuestro hijo puede pasar de ser aquel principito encantador que reina en nuestros corazones, al niño maleducado, que gobierna nuestra vida con tiranía, que nos maltrata verbalmente, que nos deja en evidencia, que nos chantajea emocionalmente, y que cada vez se aleja más de nosotros porque no ejercemos ninguna autoridad sobre él, y tampoco despertamos sus afectos porque no nos tienen ningún respeto.
En el esfuerzo de muchos padres por mimar a sus hijos, a menudo olvidan que su función principal es prepararles para el mundo real fuera del entorno familiar, manteniéndoles sanos y salvos y asegurándonos de que adquieren las conductas sociales adecuadas para fomentar su autonomía a medida que se vayan acercando a la edad adulta.
Se suele hablar mucho del maltrato de padres hacia los hijos, pero en menos ocasiones, se trata el tema cuando ocurre a la inversa, cuando son los hijos quienes agreden física o verbalmente a los padres.En estos casos, la víctima suele ser la madre y generalmente no ocurre porque la familia esté desestructurada, los padres sean demasiado autoritarios o tengan un bajo poder adquisitivo.
Uno de los grandes temas que nos ocupan con los niños es el de la disciplina. Todos quienes somos padres queremos encontrar el equilibrio exacto que nos permita establecer límites y lograr que nuestros hijos los respeten, sin tener que llegar a extremos que nos hagan sentir culpables y sin dañar nuestra relación con ellos.
Hay niños más y menos rebeldes: los hay que desde la primera infancia son respondones y ya quieren imponer su criterio y otros que son más conformistas o pacíficos.Sin embargo, a medida que crecen, nuestros hijos tienen más argumentos a la hora de discutir, intentan negociar, imponer sus ideas o ganar esas pequeñas batallas del día a día.
Es complicado explicarse cómo se entra en el mundo de las adicciones ni porque se llega a él. Simplemente, un día lo pruebas, te gusta la sensación que te produce, y comienzas a repetir hasta que tu mundo no tiene sentido sin esa adicción.Nos puede pasar de adultos, de adolescentes pero también de niños.
Hace poco presencié una dinámica donde el ponente preguntaba a un grupo de padres cuál era las principales características de lo que llamaríamos & 39;un niño bueno& 39;. El 90 de los asistentes marcó la misma opción: obediente.Efectivamente, esa es la realidad. Los padres y maestros queremos o pretendemos que nuestros hijos sean obedientes, y es por un simple motivo: los niños que obedecen dan menos trabajo.
¿Por qué educar para la paz?”. Esta es una pregunta que me realizan muchos padres y docentes. Sin embargo, la respuesta es simple: porque es lo único que nos permite sentirnos conectados con los demás.Y esto es lo que realmente hace felices a los niños, ¡mucho más que un juguete de última generación!
Hoy en día, escuchamos muy a menudo que los niños han perdido el respeto a sus padres. No obedecen igual, se revelan ante ellos, cuestionan las decisiones, etc. Pero, ¿realmente estamos siguiendo la estrategia educativa adecuada para ganarnos la confianza y el respeto de los niños? ¿Estamos escuchando y respetando nosotros mismos a nuestros hijos?
Hoy toca ver el mundo de colores. Y con ellos, vamos a averiguar qué color (azul, verde, rojo o amarillo) representa a nuestro bebé. Y no, no estamos hablando de darle el azul a los niños y el rosa a las niñas, sino de acercarnos a definir algunos rasgos de comportamiento de nuestro pequeño a través de los colores y saber si tiene alma de jefe en un futuro o cómo serán sus relaciones con los demás.
Cuando era pequeña me fascinaba Wonder Woman. Su fuerza, su porte y su poder hacían que yo también quisiera tener un escudo de superheroína para combatir a los malvados de mi ciudad. Y como yo, muchos niños han soñado con convertirse en alguno de los héroes de capa que están tan de moda. Se disfrazan, crean sus propias armas maravillosas, corren por toda la casa.
Todos hemos visto niños jugando apasionadamente tanto a juegos al aire libre, juegos de mesa o cualquier otra situación en la que deba haber un ganador. Todos desean ganar y las reacciones cuando no lo logran pueden ir desde aceptar la derrota con honor (los menos), hasta llorar amargamente, enojarse señalando culpables o abandonar el juego sin explicación alguna.
La psicología lleva años diciéndonos cómo la elección de un color u otro influye en nuestra vida y dice mucho de nosotros. Pero no solo elegimos los colores para expresarnos o trasmitir nuestras emociones, es que nosotros mismos también estamos hechos de colores. ¿Has oído hablar del test de los colores?
Cuando eres madre y observas jugar en el parque a tu hijo muchas veces te dices a ti misma: & 34;Este niño tiene madera de líder. ¡Va para presidente del gobierno& 34;. O, por el contrario, piensas: & 34;Mi pequeño tiene un don especial para las relaciones sociales& 34;.Y puede que no estés equivocada porque estos rasgos de personalidad están vinculados a un determinado color.
Notas que tu hijo tiene una gran vitalidad y que le encanta ponerse restos y superarlos, pero a su vez aprecias en su comportamiento diario que se frustra con frecuencia porque es demasiado firme y autoritario. ¿Sabes por qué le ocurre todo esto? Según el test de los colores, tu hijo tiene energía roja.
Y tú ¿de qué color ves el mundo? Todos tenemos días negros, nos ponemos verdes de envidia o nos sonrojamos de vergüenza. Y es que, las personas somos en sí mismas una auténtica paleta de colores. Y aunque mezclamos todas las tonalidades siempre hay una que nos define. ¿Quieres saber cuál será ese color que marcará a tu pequeño?